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UT, próximas elecciones y pesos cerrados: cuando el campus se convierte en escenario político

UT, próximas elecciones y pesos cerrados: cuando el campus se convierte en escenario político

Foto: José Javier Capera, columnista invitado cambioin.com

Por: Editor en Jefe - Publicado en noviembre 18, 2025

Por: José Javier Capera, Profesor e Investigador. Columnista invitado cambioin.com

 

Advertencia: los comentarios escritos a continuación son responsabilidad única y exclusiva de su autor, y en nada compromete a este medio de comunicación digital.

 

La elección venidera en la Universidad del Tolima no es un simple trámite académico: es una batalla política, simbólica y ética. Una prueba de fuego para determinar si el poder regional, y los poderes que desde siempre operan tras bambalinas respetarán la autonomía universitaria o convertirán nuevamente a la UT en una dependencia más de su tablero clientelar.

 

En el Tolima, el escenario político es un campo minado. Óscar Barreto Quiroga, senador por el Partido Conservador y ex gobernador, ha sido investigado por la Corte Suprema por presuntas irregularidades contractuales durante su mandato (2008–2011). Aunque algunos casos fueron archivados, hoy enfrenta procesos delicados, con embargos y señales de que la investigación podría avanzar hacia el escenario condenatorio.

Esta ambigüedad erosiona la legitimidad del poder conservador, dejando un panorama donde la izquierda está fragmentada por sus mediocridades internas, los liberales parecen sepultados por su incapacidad política-electoral, y el conservadurismo, aunque aún fuerte debe maniobrar entre escándalos y un desgaste creciente de su estructura clientelar.

 

En este tablero, la UT es un nodo estratégico. Si el conservadurismo logra imponer su candidato, la lectura será inequívoca: su hegemonía territorial no solo sigue intacta, sino renovada. Si, por el contrario, la comunidad universitaria logra un acuerdo alternativo y democrático con participación real de estudiantes, profesores y sector externo, podría abrirse una grieta necesaria en el orden político del departamento.

 

Pero hay algo más profundo y oscuro que debe ser dicho sin rodeos.

 

Un silencio cómplice rodea a una de las crisis más graves de la UT:

La precarización del profesor de cátedra, entregada por el Gobierno Nacional a los consejos superiores, sujetos a presupuestos que casi nunca responden a las necesidades reales de docencia y calidad académica.

 

Hoy, el catedrático vive sometido a pagos tardíos, sin garantías laborales, sin seguridad académica para planear investigación o proyectos, y con una inestabilidad que contradice cualquier discurso de “excelencia académica institucional”.

 

Sin dignidad docente no puede haber reforma académica, ni investigación seria, ni universidad pública robusta al servicio de las comunidades.

 

Pero nadie en el poder local quiere hablar de esto. Una reforma académica/ universitaria urgente y la mediocridad institucional que nadie denuncia.

 

La UT no solo enfrenta fuerzas externas de captura política;, su estructura interna exhibe síntomas preocupantes:

 

Una Vicerrectoría de Investigaciones y una Vicerrectoría de docencia convertidas en burocracias cómodas y técnicos funcionalistas.

 

En vez de liderar procesos de transformación intelectual, se han burocratizado hasta la médula.

 

Predomina la lógica del formulario, del trámite, del indicador hueco y la parálisis administrativa que asfixia el pensamiento crítico.

 

Un profesorado sin liderazgo intelectual ni pedagógico

 

Parte del cuerpo docente cayó en la trampa de la cultura neoliberal de “publicar por publicar”, obsesionado con puntos salariales más que con construir conocimiento público útil para la región.

Un profesorado así no disputará la autonomía, ni defenderá a los estudiantes, ni confrontar a los poderes regionales. Prefiere la comodidad del artículo indexado, aunque no transforma nada.

 

La universidad se está quedando sin proyecto académico porque quienes deberían producirlo han renunciado a su responsabilidad histórica y la memoria y dignidad de los pueblos se los cobrará en todas sus justas proporciones.

 

Otro tabú interno: el rol de los sindicatos charros, funcionales y arrodillados.

Nadie lo dice en voz alta, pero hoy muchos de ellos operan como marionetas de las administraciones de turno, sin postura pública, sin crítica, sin defensa de los trabajadores.

 

Ese silencio sindical, tan parecido a la estupidez humana, es funcional a las lógicas de poder que dicen combatir.

 

El movimiento estudiantil atraviesa una de sus mayores precariedades históricas: fragmentado, sin agenda clara y sin su tradicional capacidad de movilización social y popular.

 

Y justo ahora entra en vigencia el nuevo Estatuto Disciplinario Estudiantil con enfoque de género e interseccional.

Un instrumento que podría usarse para proteger derechos, pero que también puede convertirse en arma de persecución política y moral al estilo de la edad media a cortar y quemar cabezas, sobre todo ante las falsas o infundadas denuncias promovidas por sectores reaccionarios y sectarios dentro de la UT.

 

Si el movimiento estudiantil no se organiza, el estatuto podría terminar limitando derechos fundamentales, en lugar de ampliarlos y esto sería un abismo en detrimento de los derechos humanos.

 

 

Mientras el departamento vive crisis sociales profundas, violencias de género, desigualdades territoriales, falta de liderazgo regional,

la UT parece atrapada en un cementerio de burócratas y mermelada administrativa, más dedicado a preservar cuotas que a pensar el futuro.

 

No se decide solo quién será el próximo rector. Se decide:

 

1. La autonomía frente a los poderes regionales.

2. La legitimidad del proceso electoral.

3. La transparencia en la designación de cargos.

4. La responsabilidad ética frente a las múltiples violencias y conflictos en su propio territorio.

5. La posibilidad de una reforma académica profunda.

6. La dignidad laboral de los docentes.

7. El papel real de los sindicatos.

8.  La defensa de los derechos estudiantiles y, sobre todo, si la UT seguirá siendo un apéndice del poder político tradicional o si podrá reinventarse desde su propia comunidad.

 

 

Si los sectores tradicionales vuelven a ganar, el mensaje es claro: la UT seguirá siendo botín político.

 

Si gana un proyecto alternativo, transparente y transformador, podría ser el comienzo del fin de una gobernanza hipócrita y agotada.

 

Lo que ocurra ahora marcará no solo el rumbo de la universidad, sino la cultura política del Tolima.

 

La UT ya no puede darse el lujo de otra elección decorativa, es decir, cambia algo en serio, desde abajo con un sentido popular, democrático y crítico, por el contrario, se condena a la región a repetir la misma historia miserable de las maquinarias clientelares y mafiosas tolimenses.

 

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